31 de agosto de 2007

Musicoterapia Gestáltica


MUSICOTERAPIA GESTÁLTICA
–PROCESO SONÍRICO–

Marisa Manchado Torres

ISBN: 84-96439-61-5
p.v.p. 12 E
A finales de los años setenta (si no me equivoco, ya que me refiero al siglo pasado) acudí a la primera representación del espectáculo “Flowers” en un teatro madrileño. De esta peculiar versión de Lindsey Kemp sobre la tremenda obra de Genet “Notre Dame de Fleurs”, recuerdo especialmente su final, cuando el protagonista moría desangrado entre música de Pink Floyd. Cada crescendo de la banda correspondía a un descenso del actor hacia la aniquilación. Íbamos cuatro amigos, uno rompió a llorar convulsivamente, los otros tres estábamos conmocionados. Aquella música la había escuchado muchas veces sin que me afectara de tal manera. La volví a escuchar en casa: desde entonces quedaría inevitablemente unida a esa ceremonia teatral, pero más aún, me había abierto a lo “sonírico”, feliz expresión de Marisa Manchado para aunar dos aspectos de su musicoterapia: la imaginación onírica y los mundos sonoros propios, ambos de similar potencia curativa.

En mis grupos de terapia gestalt empecé a utilizar cada vez más la música como herramienta equivalente a cualquier otro recurso técnico que facilitara la ampliación de la conciencia, siempre según mi intuición y mis preferencias musicales que, afortunadamente, son múltiples y variadas. ¿Podría esto llamarse “musicoterapia”? Parece ser que sí, a la luz de lo que defiende la autora del presente libro. Yo creía que el musicoterapeuta debía ser ante todo músico (que no es mi caso), pero también puede serlo todo aquel con la suficiente sensibilidad y conocimiento artístico como para guiar experiencias de autoconocimiento a través de la audición.

El valor terapéutico de la audición musical es indiscutible y este libro lo resalta y aporta ejemplos prácticos. En mi experiencia como terapeuta grupal he ido delegando cada vez más en la música lo que antes eran consignas verbales. Las propuestas de trabajo al grupo exigen las palabras justas, el resto lo induzco con la música y tengo comprobada su eficacia, a veces sutil, casi imperceptible, pero siempre poderosa.

Se dice que la música es la más espiritual de las artes y eso podemos confirmarlo todos los que hemos aprendido de Claudio Naranjo su especial maestría en la audición guiada de, sobretodo, los románticos alemanes (Beethoven, Schubert, Brahms…). Más allá de los sensorial, emocional o cognitivo, a lo que más se parece esta experiencia es a la meditación y, con frecuencia, a sus mejores resultados: cambio de conciencia, familiaridad con el vacío, experiencia de la nada, desapego, compasión… un salto cualitativo hacia otro nivel, una trascendencia del ego, una re-espiritualización.

¿Y qué más es la musicoterapia?

Es también una terapia, es decir, un método para la sanación, en este caso a través de una disciplina artística. En realidad yo siempre he defendido que la psicoterapia es un arte más que una ciencia; en cualquier caso, y para no polemizar con los estamentos académicos nos centraremos en la Terapia Gestalt, cuyo componente artístico es más evidente ya que se basa en una actitud de respecto y aprecio del vacío, un “vacío fértil”, en palabras de Perls, del que antes o después emergerá aquello que necesita expresarse, manifestarse, ser. ¿No es de esto mismo de lo que habla cualquier artista ante su obra, o más bien en el proceso de crearla? Seguramente por esta afinidad artística, las llamadas “arte-terapias” tienen tanto que ver con la gestalt ya que comparten el punto de partida actitudinal: atención, espontaneidad, confianza en el proceso y aceptación de la experiencia real. La gestalt además aporta al artista un caudal de técnicas expresivas y le proporciona (y ésta es seguramente su mejor aportación) el conocimiento y la posibilidad de intervenir sobre los bloqueos emocionales, las perturbaciones de la fluidez y los enemigos interiores de la creatividad. Gestalt y arte suelen ser una buena conjunción y he tenido la oportunidad de comprobarlo formando y supervisando a muchos profesionales que combinan el trabajo de autoconocimiento con diversas expresiones artísticas: teatro, danza y movimiento, plástica, escritura, artes visuales… y música.

En Marisa Machado se da esta integración. Profesionalmente implicada en casi todos los ámbitos de la música (profesora de conservatorio, intérprete, compositora…), cursó también estudios de psicología y se ha formado en diferentes abordaje terapéuticos. En este libro expone su síntesis de ambas vocaciones: un modelo y un método de trabajo terapéutico a través de la “acción sonora”, lo cual abre otro ámbito, el de “hacer música” (distinto de la audición a la que aludíamos antes) que compromete de forma holística (total) a sus practicantes. Tocar (sinónimo de “jugar” en otros idiomas) un instrumento, hacer sonido hasta con los recursos más rudimentarios (“música pobre” como un guiño al “arte povera” italiano) se convierte en una vía de desarrollo interior, según ella nos va explicado tanto en su praxis como en las equivalencias gestálticas en las que fundamenta su oficio.

En contra de su pudor, le insistí para que llamara “Gestáltica” a su Musicoterapia, no para prestigiarla en ambientes terapéuticos sino para desvelar la esencia profunda de su quehacer, por un lado, y la originalidad de su mapa, por otro. Este mapa de cuatro dimensiones organiza la totalidad de lo que somos, su expresión sonora y la vía de abordaje. Resumiéndolo al máximo, éstos son los ejes:

• ritmo-movimiento-cuerpo
• melodía-voz-emoción
• escucha-pensamiento-cognición
• improvisación-creatividad-espiritualidad

El lector interesado encontrará en estas páginas el desarrollo de estos ejes y su ilustración con experiencias puntuales que sostienen la aportación de Marisa Manchado.

Una aportación que se arraiga en sus conocimientos musicales y terapéuticos, se nutre de su experiencia docente y se ilumina con su mirada de artista.

Francisco Peñarrubia